Estimado amigo,

Antes del terrible cambio climático, ser hombre del tiempo en agosto era fácil y aburrido: 35 grados y mucho sol. Ahora no aciertan ni el pronóstico de la tarde.

Lo mismo le pasa al inversor financiero. Años atrás, los más ancianos y sabios del lugar te explicaban cómo se limitaban a comprar acciones e ir a cobrar religiosamente los dividendos, mientras éstas no paraban de subir! Después de la “década perdida”, la cosa ha cambiado mucho y ser inversor es cada vez más complejo.

La recuperación económica se consolida aunque de forma muy frágil. Las bolsas se encuentran en un punto en el cual es difícil pronunciarse sobre su evolución. Siempre tengo las ideas claras pero en estos momentos, siendo franco, no sé muy bien que aconsejar. Por eso, el sentido común me dice qué mejor seamos prudentes, no hagamos inversiones que no nos apetezcan y esperamos a ver las cosas con más claridad.

Aprovechando el final del periodo estival, me gustaría ilustrar con una historieta el funcionamiento de la economía en la actualidad:

Es agosto, en una pequeña ciudad de la costa, en plena temporada; cae una lluvia torrencial y hace varios días que la ciudad parece desierta. Hace rato que la crisis viene azotando este lugar. Todos tienen deudas y viven a base de créditos.

Por fortuna, llega un ruso mafioso forrado de dinero y entra en el único pequeño hotel del lugar. Pide una habitación. Pone un billete de 100 euros en la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones.

El jefe del hotel coge el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. Éste toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos. A su turno éste sale corriendo para pagar lo que le debe al molino proveedor de alimentos para animales. El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con María, la prostituta a la que hace tiempo que no le paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.

La prostituta con el billete en mano sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces (y que todavía no había pagado) y le entrega el billete al dueño del hotel. En este momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones. Dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va.

Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el futuro con confianza…

Moraleja: ¡Si el dinero circula se acaba la crisis!

Un fuerte abrazo,
David Levy

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