Estimado amigo,

Siempre he dejado muy claro que la mejor inversión es la vida. El dinero no da la felicidad, y menos cuando proviene de un banco central.

En un entorno de reflación, cualquier medida destinada a reducir la liquidez proporcionada por los bancos centrales debería ser motivo de alegría. Ello indicaría que las autoridades monetarias ya no ven necesario continuar con la “política del dinero barato” o seguir aplicando medidas poco convencionales como los planes cuantitativos (QE). Menos dinero barato significa menos riesgos en la asignación de las inversiones y menos riesgos de inflación sobre todo en los precios de los activos.

Por este motivo es una buena noticia que la Reserva Federal haya decidido subir su tipo de interés y esté en fase de reducción activa de sus planes cuantitativos. En cambio, el Banco Central Europeo (BCE) sigue inmerso en una espiral mucho más complicada.

El 1 de noviembre es mi cumpleaños, pero también será un día importante, ya que Mario Draghi, nuestro súper Mario, dejará tras 8 años la presidencia del Banco Central Europeo. Mario quería dejarlo todo encaminado para que el nuevo presidente aprovechara para empezar un cambio de tendencia en la política monetaria implementada hasta el momento, pero todo indica que va a ser imposible.

Europa nos recuerda a ese Japón de los 90. Recuerdo que todos pensábamos que, si la bolsa caía, debíamos comprar porque no hay mal que cien años dure…pues ya van por 40. Parecía ridículo que el Banco Central Japonés tuviera los tipos en negativo y que solo era cuestión de tiempo que la inflación volviera.

Hace unos días, nuestro querido amigo Mario, nos dejó petrificados a todos rebajando las previsiones de crecimiento de la zona Euro. Sólo creceremos al 1.1%, es una bajada del 0.6% de las previsiones de hace tan solo 3 meses. Además, anunció, y de forma consensuada con todos los miembros de su gabinete del BCE, una prolongación de los paquetes de ayuda monetaria y que los tipos de interés se mantendrían bajos.

En definitiva, la recuperación económica en Europa sigue generando dudas a pesar de todas las ayudas que estamos recibiendo. No están teniendo un efecto positivo en la economía real. Los problemas se alargan y el tan anhelado cambio de tendencia se aleja. Esa inflación que tanto necesitamos se ha desvanecido.

Reflexión: el dinero no da la felicidad, pero al sistema financiero le hace mucha falta aunque provenga de un banco central.

Un abrazo,

David Levy

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